Así ya no. Así somos incendios sin extinción. Así se nos quiebra el alma y la voz; la vida y la suerte. Así es como se fronteriza el corazón. Así nos van quitando de en medio, una a una, sin escrúpulos y sin un simple temblor en las manos. Así solo hay un ganador y nunca serás tú, y nunca seré yo, y nunca será nadie más que el tiempo que se escapó.
Solo una pausa. Solo un retroceso. Solo una perspectiva. Algo que nos inmunice ante tanta imbecilidad. Ante tanta brutalidad. Ante tanta necedad. Ante tanta innecesidad de hacer el mal. Siempre nos han colgado un cartel que rezaba «con las de perder» y más de una se lo arrancó del pecho con mucha pasión. Con mucho dolor. Con muchas ganas de romperlo en mil pedazos y hacerse con él unos zapatos de tacón. Pero otras no. Otras quisieron y no pudieron. Otras se quedaron a medio camino. Otras no tuvieron opción.
Si ven, lo bueno y lo malo, estrellarse contra la pared no se extrañen. No fuimos nosotras. Fue el miedo que estalló. Nadie se paró a leer el prospecto pero ahí, en el lado derecho y en letra pequeña dice que es inflamable ante esta situación.
Si ven todo arder no miren a su alrededor en busca de culpables. Si ven todo arder ya les digo que he sido yo.
Pido a gritos tanto y de tantas maneras que ya no sé que hacer. Todo está en llamas y nadie está por la laborar de apagar nada. Todos son huracanes, y tormentas, y Levante, y Tramontana, y aire fiero que viene de cualquier parte de la Rosa de los Vientos. Todo es fuego que envuelve cualquier ciudad pero sabemos que no es él quien nos mata. Nos matan las circunstancias. Nos matan las balanzas trucadas. Nos matan las decisiones que toman por nuestras bocas. Nos matan las mentes cerradas. Nos matan las cabezas gachas. Nos matan las personas que tienen los bolsillos llenos de monedas dónde solo tienen caras dibujadas; y claro, para nosotras, todo son cruces enterradas.
Hay palabras que queman más allá de la piel. Hay momentos que no tendrían que nacer. Hay historias que arden y se vuelven cenizas que nadie se atreve a recoger.
Por eso, si mañana al despertar ven todo arder… Cúlpenme a mí.