Vienen curvas

Te esperé.

Siempre.

Tal y como te prometí.

Agazapada sin sombra.

Ahí, tan quieta y vestida de imprudente paciencia.

Te esperé. No te vi venir. Y sostuve a la vida, a esa frágil melancolía que nos mecía. Con mi copa de vino fragmentada en dos mitades, sangrando aliento, rompiendo momentos. Mi querida copa que vino con desasosiego, corriendo contra el viento, sin apenas respiración para decirme: esto solo es el principio. «¿El principio de que?» quise preguntar. Pero ya era tarde.

Muy tarde.

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Siempre fue tarde, como todas las veces que (des)esperé. Siempre más veloz que el aleteo de un colibrí. Que un beso desterrado. Que un mirón de aeropuertos y maletas. Siempre. Tu cara y mi cruz. Cuerpo a cuerpo. Encarados sin tener remedio. Con las espadas en alto y los bordes bien afilados.

Siempre dura demasiado tiempo pero es que siempre busqué en ti

la cura de mi soledad,

el paso del tiempo,

las ganas de amar.

Y me quedé sin tiempo,

en la puerta de todo,

seca de intención.

Durante tanto duró,

siempre lejos de aquí.

Ese fue el principio. El principio de una cuestión. El primer tramo de una curva cerrada a traición. El comienzo de una oportunidad para los dos. El interruptor siempre en on. La chispa que se propagó en cien mil luces a tu alrededor.

Vienen curvas – susurraste despacio poniendo primera. Y sonreí solo para ti. Estaba preparada. Porque de siempres, de curvas y manchas de carmín estaba hecha.

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FOTOGRAFÍAS: PINTEREST.COM / TEXTO: INFINITY HOPE©

 

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