Lo grande de ser pequeño

La belleza de un mundo a dos contigo se podría describir como magia. A cada segundo crecían más nuestras ansias de libertad, de sueños no olvidados y de fantasías impacientes por ser más grande que el día anterior. No había cabida para quimeras imposibles ni realidades tristes, por eso mismo cada noche, con nuestras pequeñas manos con olor a regaliz, pegajosas y entrelazadas, repetíamos nuestro mantra inventado. Con toda la ilusión que recolectábamos durante el día; con miles de ambiciones rozándonos la piel; con las alas abiertas de par en par, nos zambullíamos con verdadera pasión entre el mar de esas palabras.

“Volaremos; hacía lo más alto, que no quepa duda. Amaremos; de esa forma que hace más humano al corazón. Pensaremos; en todo lo bonito que tiene viajar juntos. Reiremos; de cada tropiezo mal dado sin paracaídas. Soñaremos; cada noche hasta que se haga de día. Viviremos; con la misma libertad que lo hacen las mariposas. Siempre”

Y como veis, el típico final de plegaria lo acabamos transformando en un “siempre”. Eso era lo grande de ser pequeño.

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La inocencia tenía el poder de desmerecer los límites de lo imposible. Pero crecimos y seguimos siendo dos pequeños polluelos con las mismas alas y ganas de libertad, con los sueños un poco apagados, con más años y pesares sobre los hombros que nos impedía despegar el vuelo como nos hubiera gustado. Porque para cuentos inventados, ya estaban los nuestros; para oxido, el de mis pensamientos; para talento, el de tus manos; para telarañas, las de nuestras alas. Porque hay presentes que son mejores vivirlos en pasado. ¿Qué tendrían de especial los días llenos de luna llena y las noches de sol, que aún pudiendo cambiar de zona horaria acabamos prefiriendo el desenfreno de esos días? Días llenos de fantasías a todo color, de secretos bajo los cojines y algún que otro enfado también; días donde amanecían a la orilla de un colchón compartido y apolillado, donde la bañera se amoldaba a nuestras carcajadas y guerras de jabón; días donde mamá nos enseñó que uno más uno era mucho mejor que decir dos, donde todo era un pequeño colofón de alegría sin enlatar. Tan puro. Tan real. Tan inocente. Fueron mis mejores días y mis más tranquilas noches. Y debíamos recuperarlos aunque las arrugas pesasen y las canas nos disuadieran de nuestra verdadera imagen, nos debíamos dos segundos en ese sueño tan luchado. ¿Como se cuenta un cuento que todavía no está escrito? ¿Cómo se vuelve a un lugar en el que nunca se ha estado? ¿Cómo se dice “te he querido” sin suicidar al corazón? Pero para ti, volver a nuestros orígenes, era mucho más fácil que contestar a preguntas ácidas.

Tan fácil como desempolvar las ilusiones y llevarme contigo cogida de la mano.

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Fotografías: pinterest.COM / TEXTO: INFINITY HOPE©

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