En lo más alto del destino

Cogiendo manta y café se fueron lejos, tan lejos que se olvidaron del mundo entre las cuevas y los templos donde se alojaron durante más de dos meses. Fueron días llenos de amistad, lugares mágicos, leyendas misteriosas y olores especiales que juraron guardar en un rinconcito de su corazón para poder transportarse hasta allí siempre que quisieran. Llevaban cerca de una semana en un antiguo y majestuoso retiro espiritual a las afueras de la gran ciudad, entre dos grandes montañas de nombres impronunciables para alguien que no tuviera los ojos rasgados.

Una mañana, Satnam, un sonriente monje indio las condujo hasta un bellísimo patio lleno de azaleas, hierba buena y jazmines donde les esperaba un botella descorchada y dos copas de cristal estratégicamente bien puestas. “Este brebaje huele mejor que Love de Chloé” dijo Maria media hora después rociándose el cuello con el licor rosáceo a modo de perfume mientras le contagiaba las carcajadas a Sonia. Satnam llegó hasta ellas para contarles la receta milenaria que acababan de beberse y llevarlas hacia las clases de yoga que impartía su nuevo discípulo, apremiándolas para que se descalzaran y relajasen antes de la sesión. Maria se sentó de espaldas a la puerta pero pudo oír como el nuevo monje se descalzaba y dejaba en el aire un suave “Namasté”. Se le tensaron todos y cada uno de los músculos del cuerpo al percibir aquella voz; Sintió la incertidumbre en el alma, la pesadez de un amor no olvidado en el corazón y el aliento de su alma gemela en la nuca. Miró a Sonia con los ojos demasiado abiertos por el asombro y aferrándose a un pequeño rayo de esperanza se levantó para comprobar que definitivamente sus sentidos empezaban a fallar. Pero no fue así, en cuanto vio la inmaculada sonrisa de él que poco a poco se desvanecía a causa de la sorpresa, sus pensamientos se convirtieron en una especie de metralleta imparable: “¿Qué hacía él ahí? ¿Por qué le pasaba esto a ella? ¿De veras era Marcos? ¿Se había despedido del trabajo, gastado un dineral impensable y recorrido miles de kilómetros para olvidarse de él y lo tenía enfrente?”. Sonia decidió tomar las riendas de la situación y dejarlos a solas sin entender demasiado bien que acababa de pasar. Se fue con un único objetivo en mente: conseguir una botella de ese delicioso licor rosa para meterla en la maleta antes de partir. Maria estudió a conciencia las marcadas ojeras del joven discípulo, su mirada, esa que tan bien conocía ahora estaba completamente vacía. Acompañada de los abultados huesos que sobresalían de debajo de la túnica blanca la alarmaron, pensando que quizás él no estuviera mejor que ella. Y de repente apareció una pequeña pero esperanzadora luciérnaga en medio de ese oscuro bosque. Se acordó del final de la leyenda que le susurraba su madre las noches de tempestad: “El mar volverá a apaciguarse después de una inoportuna tormenta, solo tienes que creen en el azar y el tiempo, pequeña”. Maria pensó durante muchos años que su suerte debió abandonarla como un día hizo su madre, pero ahora creía haber dado con ella de nuevo, o si más no, creía haber encontrado su propio mar en calma llamado Marcos. Y con una sonrisa de oreja a oreja dijo a modo de saludo: «Alea iacta est».

 

fotografía: weheartit.com / texto: infinity hope©

18 pensamientos en “En lo más alto del destino

  1. Así que en la India de retiro espiritual y clases de yoga….. Y no hay terreno en el mundo para perderse y vas a encontrarte con Marcos ¡¡Precisamente él!!…El mundo es un pañuelo, killa…. A mí me pasó algo parecido en Bangkok, dentro de un taxi jijiji.
    Besos princesa.

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