Café para dos

El termómetro marcaba los 0 grados, la hierba crujía bajo las pisadas de los Petirrojos y el aire vapuleaba las hojas caducas del enorme sauce llorón. Pero el sol rugía con fuerza en la cima de la montaña donde estábamos y desprendía una tibieza deliciosa que te invitaba a disfrutar de el. Me mecía en una comodísima y espaciosa hamaca de hilo rojo, mientras escuchaba las pisadas de Luis acercarse hacia mí. Llevaba una bandeja entre sus manos con un suculento desayuno: zumo de naranja, tostadas untadas con mermelada de arándanos, panecillos con sésamo, queso Cottage y unas humeantes tazas de café. Se sentó junto a mi, me abrazó con mimo y me tendió una apetitosa tostada. Él devoró el queso y el café, y sin apartar mi mirada de su perfil lo imité. En seguida volví a mirar el paisaje embriagador que tenía delante y dejé volar mis pensamientos. Quizás todo consistía en eso, en el efímero final de la soledad contra el fugaz principio de la compañía. Comprometerme con él, con su entorno, con su felicidad y su futuro sería nuevo para mí. ¡Qué responsabilidad! Pero no… Yo no… ¿Podía? Sentí como su mano me oprimía las mejillas y me recogía el cabello en una cola bien firme. Supongo que iba siendo hora de dejar que alguien cuidara de mi, aunque no supiera dejarme llevar tendría que intentarlo. Luís llevaba tanto tiempo a mi lado y… “¡¡EH!!”grité asustada porque el muy asqueroso me había manchado la nariz de mermelada. “Mucho mejor tú que una tostada” exclamó Luís con una atrevida sonrisa. Me debatí entre tirarle el zumo a la cabeza o hacerle una mueca de disgusto fingido, sin dudarlo elegí la primera opción y estallamos en carcajadas. Ese simple y espontáneo gesto hizo que tomará la decisión más acertada de mi vida.

fotografía: tumblr.es / Texto: Infinity Hope©