Se abrió la puerta de casa y un viento glacial entró hasta dar de bruces con mis omoplatos. Me recorrió un escalofrío tan intenso que tuve que agarrarme a la silla del comedor, aunque no sé si la descarga de mi organismo fue debido a el aire que me azotó o a la persona que vi parada en el umbral. Un metro y ochenta y tres centímetros de músculos perfectos ataviados con una chaqueta de cuero negro, unos tejanos desgastados oscuros y un jersey de color canela. Lo recorrí con la vista un par de veces hasta que finalmente miré a esos ojos, negro azabache, que me devolvían la mirada. No sabría decir con exactitud que me rebelaban, si alegría y dolor a la vez, o arrepentimiento camuflado por su ego, o tal vez orgullo con una pizca de… ¿ternura? Intenté no indagar en eso, por ahora, tenia cosas más importantes en que pensar. Por ejemplo ¿Qué hacia él aquí? En mi casa. En mi barrio. En mi ciudad. Hace un año y 3 meses, 455 malditos días que juró no volver por aquí, y hoy lo tengo enfrente. Sin decir nada, dio dos pasos agigantados y se situó ante mi, con su gracia natural, con esa hermosura que un día me enloqueció desmesuradamente. Yo seguía clavada a la silla porque notaba que mis piernas de un momento a otro me fallarían y no quería empeorar más mi estado que, con caída o no, ya era lamentable. Finalmente con una voz suave y majestuosa, como las primeras notas de “Moonlight sonata” de Beethoven, dijo mi nombre. Creo que, solamente eso dolió, y mucho. Cerré los ojos con mucha fuerza, con el deseo que eso fuera solamente un sueño. Sin pensármelo dos veces, le acaricié los jugosos labios con mi dedo índice con el fin de zanjar la escueta conversación. Supongo que tendríamos todo el tiempo del mundo para hablar sin tapujos, así que fui hasta la puerta que seguía abierta. Me quedé unos segundos contemplando los copos de nieve que caían en mi felpudo que, con una gracia insólita habían reconstruido el medio corazón que se veía dibujado. El corazón de mi felpudo estaba completo, así que sonreí con alegría en los ojos, cerré la puerta y suspiré feliz.
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fotografía: weheartit.com / Texto: Infinity Hope© |
Me gusta me gusta me gusta! Un beso enorme y enhorabuena, para adelante con esta aventura!
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Las palabras tienen la magia de transmitir infinidad de sentimientos y sensaciones el poder de hablar con nuestra alma, abrirnos a un mundo infinito en donde podemos ser lo que queramos y transportar a nuestro mundo a todo aquel que nos lea. Gracias por invitarme a ser parte de tus palabras y sentimientos, seguro que será un placer poder leerte y vivir tu mundo interior.
Isidro
http://www.facebook.com/LaRanaEscritora
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Me encanta , haces que siga y siga leyendo , y por mas beces que lo leo no me canso.
Sigue asi !!!!!
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A quien no le ha dolido que “esa persona” pronunciara su nombre es que no sabe que es el amor, o mejor dicho, el desamor.
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Me gusta como escribes, hablas de los sentimientos de una forma muy especial. A partir de hoy me tienes enganchada .Besos Lali
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